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jueves, 11 de febrero de 2010

CAPITULO 2: LA SEÑORA MACLAREN (IºPARTE)

Amanece y el despertador comienza a chillar. 
Son las seis de la mañana de un martes 22 de noviembre del 2009 y la Señora MacLaren se despierta al lado de un desconocido. Un desconocido gordo, calvo y sonoro que se encuentra babeando sobre la almohada sin ropa interior puesta. Un desconocido con el que llevaba casada catorce años.
Una vez había sido dueña de grandes sueños de grandeza intangible. Ella iba a salvar al mundo estando a la cabeza de grandes empresas de producción eficiente. Ella iba a ser admirada por todo el mundo y aquellos estúpidos compañeros de aquel estúpido colegio católico iban a acabar lamentándose y, con toda seguridad, suicidándose, por no haber aprovechado en un pasado, no muy lejano (ya que disfrutaba de una juventud madura y sana) la oportunidad de conocer a la nueva empresaria multimillonaria y dueña del mundo mundial. Hoy en día, aquellos sueños, ecos de un pasado bastante común, quedaron reducidos a simples fogonazos durante la fase REM de la Señora MacLaren: La señora MacLaren es, y siempre será, una recepcionista a tiempo parcial, y en estos momentos tiene que levantarse.
Hace tiempo que se despierta con esa sensación de vacío en su interior. La vida discurre sin más y ella solo puede verla pasar lenta,aburrida y penosa mente. En fin, tiene que hacer el desayuno y dirigirse al trabajo en treinta minutos.
El imbécil desconocido se ha olvidado llevar el coche al taller y ahora tiene que enfrentarse a los trastornos del transporte público. Es increíble como la comunicación entre los dos había desaparecido junto con la paciencia y la tolerancia. Ya no puede soportar verlo sentado frente al televisor comiendo como un cerdo. No puede soportar observarlo conducir esa mierda de coche, ni puede soportar su aliento y su lengua de un blanco preocupante por las mañanas, cuando este intenta besarla introduciendo sus manos por debajo del camisón y ella sólo puede sentir nauseas y ganas de ponerse a gritar a pleno pulmón... O de agarrar el despertador con ambas manos y desconectarlo sobre su gigantesco cráneo sin pelo. Desde hace ya bastante tiempo no quiere sentir ni el más mínimo roce de ninguna parte de su cuerpo. Ni siquiera puede aguantar el tono de su voz, la cosa más irritable que podía existir en el mundo.En fin, como suele ocurrir con el transcurrir del tiempo, el amor siempre acaba dando paso al hábito y el hábito dando paso a las nauseas.
Ante todo esto, la  mayor parte de los días, la Señora McLaren se siente encerrada y presa del agobio.Nota que le falta el aire y que la invade la apremiante necesidad de salir al exterior. Es entonces cuando sale a pasear durante horas sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. Cualquier cosa menos otro centro comercial lleno de mentiras costosas. ¡Dios! ¡Está viviendo una vida vulgar al lado de un orangután calvo de ciento sesenta y cinco kilos!
 El orgasmo es algo ya tiempo olvidado. Lentos siglos de olvido. Incluso la comida había perdido todo sabor.  Solo podía engullir, engullir y esperar a que pasen las horas y aumenten las tallas. Lo único que le queda a la Señora McLaren es seguir dócilmente hasta el final y eso es exactamente lo que está haciendo este martes 22 de noviembre del 2009 a las 6:13 de la mañana: Seguir.
Lo primero es ducharse y observar como su bello rostro ha sido remplazado por una extraña sin nombre llena de arrugas y ojeras. Con tan solo cuarenta y dos años de vida ,pero sintiéndose veinte veces más vieja, comienza con la aplicación de los valiosísimos consejos del Cosmopolitan del mes, para ir regenerando lo que no se puede regenerar y ser como una superestrella quirúrgica y “photoshopeadamente” perfecta.
Primero los diez minutos de inmersión del rostro en agua helada. Ahora, la aplicación de la crema antiarrugas marca "x" de cincuenta euros el gramo, la crema anti ojeras marca "y" de otros tantos euros, la de las patas de gallo marca "n", la del efecto lifting y el efecto nothing, la crema para evitar la sequedad extrema y la crema para evitar el exceso de grasa cutánea y puntos negros. Finalmente se dan los últimos retoques de maquillaje, peluquería y vestuario, medio pomelo acompañado por una taza de café negro y sin azúcar y así, finalmente, tras solo dos horas y media de preparación, salir por la puerta radiante a continuar con lo de siempre por siempre. 
No se despide sino que simplemente sale por la puerta y se mete en el ascensor.
La señora McLaren se encuentra ante un día nublado con grandes posibilidades de chuvascos a la mejor entrada del día, pero no se percata de ello. Simplemente mira el suelo pensativamente mientras arrastra sus pies hasta la parada de autobús más cercana. Con su llegada habitual en su habitual parada de autobús se encuentra una vez más con los conocidos desconocidos. Aquellos seres también pertenecientes a la especie humana (aunque un par de escalafones más abajo dentro de la pirámide social ya establecida desde tiempos romanos) con los que te topas siempre mediante la utilización habitual del transporte público, conociendo así sus hábitos de consumo, estatus social y aspiraciones futuras, pero con quienes nunca cruzarás ni dos palabras mal articuladas.
El autobús se retrasa. Como no. 
Oh, por fin. Ya se puede continuar con la rutina. Primero está la lucha diaria de quien es el primero en subir. Mas ante la sabia experiencia, la Señora MacLaren se hace a un lado y observa como la manada se arrastra hasta el interior.. Nada más colocar su pie sobre el primer escalón comienza a llover. La mierda de día pronosticado con anterioridad oficialmente ya ha comenzado.
 A causa de las pésimas condiciones atmosféricas se congestionan las calles y la Sra. MacLaren llega con media hora de retraso. El agobio va en aumento. La señora MacLaren comienza a mordisquear la uña de su maltratado meñique izquierdo hasta hacerlo sangrar.La tensión va en aumneto mientras  una joven, cuyo nombre científico es ampliamente conocido por todo el sector de la población mundial ,“chonus de barrius”, no para de dar voces con su nuevo teléfono móvil de pantalla táctil que la señora MacLaren quiere hacerle tragar.
Cierra los ojos. Los abre. El autobús se ha movido 2mm con 3mmm. Las primeras gotas de sudor menopausico aparecen en la frente de la señora MacLaren. “!Dios! !Qué todo esto termine! !Qué todo termine! !Que todo termine!” La señora MacLaren reza con las manos presionando su estomago de dos tostadas y un café con sacarina. Cierra los ojos. “!Que termine! !Qué termine! !Qué termine!!Por Dios, si estás ahí, si realmente existes, si hay algo dentro de ti que te inspire misericordia, por favor, te lo suplico, haz que termine, haz que todo acabe ya! !que todo acabe ya!”
Silencio. Todo está en silencio. Respira hondo, más hondo...hondo... Con un último suspiro la Señora MacLaren abre los ojos para encontrase con  una mano  a tan sólo 3 cm de su cara. Ampliando la profundidad de campo,  se percata de que se trata de un pasajero que por muy poco se le cae encima y  que por suerte se ha detenido justo a tiempo antes de trastocar su base Maxfactor color arena.mmm. Algo extraño pasa . Pasan los segundos de manera desconcertante.
Los pies del chico no están tocando el suelo. !Los pies del chico no están tocando el suelo! Finalmente se da cuenta de que está ante una estatua inmóvil que flota sobre el fino aire. Un pensamiento fugaz e imprescindiblemente importante cruza la mente de la señora MacLaren mientras examina con detalle esta nueva visión:  “mmm...curioso”. 
Ampliando totalmente su campo de visión más allá de la palabra curioso, la señora MacLaren se encuentra ante un microcosmos totalmente paralizado...

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