Erase una vez algo en algún lugar. No en este, donde la nada y el hacer nada están a la orden del día.
Todos los días buscaba razones para no cortarse las venas o ingerir arsénico con coca cola. Incluso, el descubrir que unas bacterias en otro planeta gélido se abastecían de ese ordinario veneno era toda una ironía a la que ya no podía encontrar la gracia. Las fantasías se habían reducido y los horarios se habían vuelto más estables. Su sentido del humor se había vuelto vulgar y ya no le quedaba cabello en la frente que quemar.
“Necesito dar un paseo” El tercero de hoy. La nieve penetraba por los surcos de sus zapatillas deportivas congelando así sus pies. No sentía tres de sus dedos “En fin, si me los tienen que amputar, al menos habré hecho algo emocionante hoy”
La noche anterior había bebido demasiado. Ya no aguantaba el vino como antes. Aunque más vale una increíble resaca que aguantar una velada de conversaciones estúpidas en pleno estado de sobriedad.
Caminaba con prisa, como si eso le ayudase a recuperar el tiempo perdido en su cama de 40x145.
Lo único que veía era el abandono de las calles por su pueblo amuermado mientras la nieve se asentaba en esquinas y hojas caducas.
Imágenes de un pasado borroso surgían tal cual flashes desde su subconsciente menos dañado por el alcohol y el imbecilismo. Inspiración. A su busca estoy, se decía. Entonces se cayó. La nieve poluta penetró por sus orificios y poros mientras el resto de su cuerpo amuermado por un exceso de adrenalina fugaz rebotaba contra el asfalto. Al menos, podrá volver hoy a casa con una historia que contar.
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